La chica del andén (II)

2

Hay caras conocidas que se difuminan y otras, desconocidas hasta entonces, se van reafirmando en nuestra memoria.

Nos encontramos en nuestros trayectos a alguna parte. Cruzamos las miradas. Las esquivamos. Las volvemos a encontrar. Nunca nada será igual que antes. Nunca podremos borrarnos esos ojos penetrantes, intensos. Esos ojos que vuelven nuestras rodillas gelatina.

Día tras día nos hablamos sin palabras. "Hola", "¿Qué tal?", "¡Me gustaría conocerte!", "¡Adiós!". Día tras día somos conscientes de que nuestros labios están sellados y nunca podremos intercambiar voces como si fuesen cromos. El tren avanza y nosotros seguimos igual de lejos.